El bancal aparece en el paisaje como forma de domesticar el territorio, ordenarlo, y así permitir el cultivo sobre superficies planas. El Hierro se ve salpicado de estos muros de piedra del propio lugar, entendidos como la mínima arquitectura que pasa a formar parte del paisaje. El proyecto nace de esos bancales, casi con la vocación de colocar una «tapa», de proteger un trocito del territorio y hacerlo suyo.
En una zona agraria próxima a la Villa de Valverde es donde se sitúa este centro gastronómico, que quiere mirar hacia el mar y a la vez beber de la tierra. Se crean dos accesos, uno peatonal desde la capital de la isla y otro desde la carretera HI-101. Se elige este punto geográfico por su geometría, que permite apoyar ese plano sin tener que realizar grandes movimientos de tierra. Además, la conexión con los productos locales y las áreas de cultivo es directa, al encontrarse en el entorno distintas plantaciones. La proximidad con la Villa de Valverde hace que las comunicaciones con el centro sean más sencillas, ya que es el principal núcleo de población de la isla. También, su acceso por la carretera facilita la logística para recibir los productos.
La materialidad de los elementos que soportan ese gran plano también nace del propio lugar, creando un aparejo fruto de la arena volcánica de El Hierro. De esta forma se consigue reducir la huella de carbono generada por los procesos de producción y transporte, recurriendo a materiales de kilómetro cero.
El edificio se organiza en dos planos: el superior, donde encontramos el acceso, la zona gastronómica, degustación y venta de productos locales; y el inferior, donde aparece el espacio museístico, un aula taller entendida como área de cocina de exhibición y una zona de bodega y sala de catas.
Esa cocina de exhibición queda acentuada por la chimenea hacia la que gravita todo el espacio interior y que se manifiesta en el paisaje rompiendo con el plano horizontal que conforma la cubierta.
Estos bancales no sólo los encontramos en El Hierro, sino que también aparecen en cada una de las islas de las Canarias, siempre relacionándose con áreas de cultivo. De esta forma, su implantación en otros puntos del archipiélago quedaría justificada por los mismos motivos, situándose siempre en lugares con proximidad a núcleos de población y a su vez con los productos locales.